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La Séptima Semana del Ayuno (La Cuaresma):

El fin de la ley y el antiguo Templo preparándose para pasar el Jordán y entrar a Jerusalén para establecer el nuevo templo hecho sin mano

Las lecturas del Lunes: Las lecturas hablan del rehuso de Israel al Cristo y la invitación a las naciones para la salvación. La profecía de Isaías lleva la invitación del Cristo a las naciones con Israel para establecer el nuevo templo. Empezó con su lamento sobre Israel, que no oyó a las palabras de Dios y por tanto se fue al cautiverio: “¡Oh, si hubieras atendido a mis mandamientos! Fuera entonces tu paz como un río; y tu justicia como las ondas del mar.” (Is. 48. 18).

Después dice: “Oíd me, costas, y escuchad, pueblos lejanos, Jehová me llamó desde el vientre, desde las entrañas de mi madre tuvo mi nombre en memoria. Y puso mi boca como espada aguda, me cubrió con la sombra de su mano; y me puso por saeta bruñida, me guardó en su aljaba; y me dijo: Mi siervo eres, oh Israel, porque en ti me gloriaré.” (Is. 49. 1-3).

El evangelio de la oración de la mañana dice:

“Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos.” (Lc. 16. 31).

La Epístola católica dice:

“Así hablad, y así haced, como los que habéis de ser juzgados por la ley de la libertad. Porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia; y la misericordia triunfa sobre el juicio.” (Stg. 2. 12-13).

La Epístola de los Hechos de los Apóstoles dice:

“Entonces las iglesias tenían paz por toda Judea, Galilea y Samaria; y eran edificadas, andando en el temor del Señor, y se acrecentaban fortalecidas por el Espíritu Santo.”

(Hch. 9. 31).

Y termina el evangelio con el habla del Cristo con los judíos:

“¿Cómo podéis vosotros creer, pues recibís gloria los unos de los otros, y no buscáis la gloria que viene del Dios único?” (Jn. 5. 44).

Las lecturas del Martes: Las lecturas hablan de la salvación de las naciones y la ceguera que tuvo Israel; “dice: Poco es para mí que tú seas mi siervo para levantar las tribus de Jacob, y para que restaures el remanente de Israel; también te di por luz de las naciones, para que seas mi salvación hasta lo postrero de la tierra.” (Is. 49. 6).

La Epístola católica dice:

“El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.” (2P. 3. 9).


La Epístola de los Hechos de los Apóstoles dice:

“Y le vi que me decía: Date, prisa, y sal prontamente de Jerusalén; porque no recibirán tu testimonio acerca de mí.” (Hch. 22. 18).

“Pero me dijo: Vé, porque yo te enviaré lejos a los gentiles.” (Hch. 22. 21).

Y termina el evangelio diciendo:

“Por esto no podían creer, porque también dijo Isaías:

Cegó los ojos de ellos, y endureció su corazón;

Para que no vean con los ojos, y entiendan con el corazón;

Y se conviertan, y yo los sane.

Isaías dijo esto cuando vio su gloria, y habló acerca de él. Con todo eso, aun de los gobernantes, muchos creyeron en el; pero a causa de los fariseos no lo confesaban, para no ser expulsados de la sinagoga. Porque amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios.” (Jn. 12. 39-43).

Las lecturas del Miércoles: Las lecturas hablan de la invitación del Cristo a la justicia de Dios entre la aceptación y el rehuso: “Clama a voz en cuello, no te detengas; alza tu voz como trompeta, y anuncia a mi pueblo su rebelión, y a la casa de Jacob su pecado. Que me buscan cada día, y quieren saber mis caminos, como gente que hubiese hecho justicia, y que no hubiese dejado la ley de su Dios; me piden justos juicios, y quieren acercarse a Dios.” (Is. 58. 1-2).

El Salmo de la oración de la mañana dice:

“Ten misericordia de mí, oh Dios, ten misericordia de mí; Porque en ti ha confiado mi alma, Y en la sombra de tus alas me ampararé, Hasta que pasen los quebrantos.” (Sal. 57. 1).

El evangelio advierte de la corrupción de los que consideran a sí mismos como enseñantes y escogidos: “Buena es la sal; mas si la sal se hiciere insipida, ¿con qué se sazonará? Ni para la tierra ni para el muladar es útil; la arrojan fuera. El que tiene oídos para oir, oiga.” (Lc. 14. 34-35).

La Epístola de San Pablo habla de la justicia por la ley y la justicia for la fe de Jesucristo: “Porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree. Porque de la justicia que es por la ley Moisés escribe así: El hombre que haga estas cosas, vivirá por ellas. Pero la justicia que es por la fe dice así: No digas en tu corazón: ¿Quién subirá al cielo? (este es, para traer abajo a Cristo); o ¿quién descenderá al abismo? (esto es, para hacer subir a Cristo de entre los muertos).” (Ro. 10. 4-7).

El evangelio de la misa dice:

“Jesús respondió y les dijo: No murmuréis entre vosotros. Ninguno puede venir a mí, si el padre que me envió no le trajere; y Yo le resucitaré en el día postrero.” (Jn. 6. 43-44).


Las lecturas del Jueves: Las lecturas hablan del milagro del establecimiento de la iglesia de Israel como reino eterno del Cristo: “Así ha dicho Jehová: Como si alguno hallase mosto en un racimo, y dijese: No lo desperdicies, porque bendición hay en él; así haré yo por mis siervos, que no lo destruiré todo. Sacaré descendencia de Jacob, y de Judá heredero de mis montes; y mis escogidos poseerán por heredad la tierra, y mis siervos habitarán allí.” (Is. 65. 8-9).

El Cristo es la bendición en el racimo de Jacob y la descendencia escogida que por el cual no destruyó a Judá y de él sacará el heredero.

El Salmo de la oración de la mañana anuncia el reino de Dios:

“De Jehová es la tierra y su plenitud; El mundo; y los que en él habitan. Porque él la fundó sobre los mares, y la afirmó sobre los ríos.” (Sal. 24. 1-2).

El reino del Cristo se basa sobre principios no solamente son distintas de la ley de Moisés sino también sobresalen sobre cualquier arreglo humano:

“Entonces Jesús, llamándolos, dijo: Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.” (Mt. 20. 25-28).

Vemos la aplicación práctica de esto en la Epístola de San Pablo:

“Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como vuestros siervos por amor de Jesús. Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo. Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros.” (2Co. 4. 5-7).

También en la Epístola católica aparece la naturaleza del reino del Cristo que es distinta al pensamiento del mundo: “Hermanos míos, no os extrañeis si el mundo os aborrece. Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano, permanece en muerte.” (1Jn. 3. 13-14).

Las lecturas del Viernes: Las lecturas hablan del establecimiento del reino del Cristo y su templo y la ruina del templo:

“Vosotros pensasteis mal contra mi, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo.” (Gn. 50. 20). El habla de José a sus hermanos expresa con exactitud la situación del Cristo de los judíos.


La profecía de Isaías de la invitación de Dios a las naciones con Israel en el reino del Cristo: “Alegraos con Jerusalén, y gozaos con ella, todos los que la amáis; llenaos con ella de gozo, todos los que os enlutáis por ella; para que maméis y os saciéis de los pechos de sus consolaciones; para que bebáis, y os deleitéis con el resplandor de su gloria. Porque así dice Jehová: He aquí que yo extiendo sobre ella paz como un río, y la gloria de las naciones como torrente que se desborda; y mamaréis, y en los brazos seréis traídos, y sobre las rodillas seréis mimados. Como aquel a quien consuela su madre, así os consolaré yo a vosotros, y en Jerusalén tomaréis consuelo.”(Is. 66. 10-13).

Y después dice: “Y pondré entre ellos señal, y enviaré de los escapados de ellos a las naciones, a Tarsis, a Fut y Lud que disparan arco, a Tubal y a Javán, a las costas lejanas que no oyeron de mí, ni vieron mi gloria; y publicarán mi gloria entre las naciones. Y traerán a todos vuestros hermanos de entre todas las naciones, por ofrenda a Jehová, en caballos, en carros, en literas, en mulos, y en camellos, a mi santo monte de Jerusalén, dice Jehová, al modo que los hijos de Israel traen la ofrenda en utensilios limpios a la casa de Jehová. Y tomaré también de ellos para sacerdotes y levitas, dice Jehová.” (Is. 66. 19 – 21).

El evangelio de la oración de la mañana habla del reino y de su difusión:

“Preguntado por los fariseos, cuándo había de venir el reino de Dios, les respondió y dijo: El reino de Dios, no vendrá con advertencia, ni dirán: Helo aquí, o helo allí; porque he aquí el reino de Dios está entre vosotros. Y dijo a sus discípulos: Tiempo vendrá cuando desearéis ver uno de los días del Hijo del Hombre, y no lo veréis. Y os dirán: Helo aquí, o helo allí. No vayáis, ni los sigáis. Porque como el relámpago que al fulgurar resplandece desde un extremo del cielo hasta el otro, así también será el Hijo del Hombre en su día.” (Lc. 17. 20-24).

La Epístola católica: “Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía. Tened también vosotros paciencia, y afirmad vuestros corazones; porque la venida del Señor se acerca.” (Stg. 5. 7-8).

La Epístola de los Hechos de los Apóstoles expone el habla y el diálogo de la Asamblea de Jerusalén en que se decidió la aceptación de los gentiles en la iglesia legalmente, y así la iglesia se basó sobre los judíos y los gentiles y empezó con pasos firmes hacia la difusión de la fe del Cristo en toda la tierra. Por eso el Salmo canta: “Los ríos batan las manos, los montes todos hagan recocijo Delante de Jehová, porque vino a juzgar la tierra. Juzgará al mundo con justicia, Y a los pueblos con rectitud.” (Sal. 98. 8-9).

El evangelio termina con el anuncio de la ruina de Jerusalén y el templo, porque era necesario de destruir el antiguo templo para establecer el nuevo. Realmente, el templo no debía quedar como el templo de Dios después de que el Espíritu de Dios le abandonó con la salida del Cristo. Historicalmente, la iglesia no se estableció firmemente y con independencia que después de la ruina del templo en el año 70 d.C. a manos de Tito el comandante romano. El Señor Jesucristo dijo en el evangelio de la misa: “¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina a sus polluelos debajo de sus alas, y no quisiste! He aquí, vuestra casa os es dejada desierta; y os digo que no me veréis, hasta que llegue el tiempo en que digáis: Bendito el que viene en nombre del Señor.” (Lc. 13. 34-35).

La oración del candil en el Viernes que termina el ayuno

Las lecturas de la séptima semana del ayuno terminan el viaje de la salida con el Cristo al desierto, y después prepara para pasar el Jordán en las lecturas del Sábado y el Domingo y la entrada a Jerusalén con el Cristo para presentar el sacrificio de su amor.