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Primer Domingo del Mes de Hatour (mes copto):
La parábola del sembrador, la palabra de Dios y los tipos de la tierra
La sazón de la agricultura empieza en Egipto en las primeras das semanas del mes de Hatour según el sistema antiguo de agricultura, pues las lecturas nos presentan unos salmos llenos de esperanza y alegría que se concordan con la sazón.
El Salmo de la oración de la víspera dice "Entonces aparecieron los abismos de las aguas, Y quedaron al descubierto los cimientos del mundo". (Sal. 18. 15) "...invoqué a Jehová, Y calmé a mi Dios. El oyó mi voz". (Sal.18.6). El Salmo de la oración de la mañana dice "Visitas la tierra, y la riegas; En gran manera la enriqueces; Con el río de Dios, lleno de aguas, Preparas el grano de ellos, cuando así la dispones". (Sal. 65. 9). Mientras que el Salmo de la oración de la misa es una petición que dice "Haces que se empapen sus surcos, Haces descender sus canales; La ablandas con lluvias, Bendices sus renuevos. Tú coronas el año con tus bienes, y tus nubes destilan grosura". (Sal. 65. 10-11). Todos estos salmos con el grado que refieren a la tierra, la siembra, el agua y el fruto, refieren también al fruto espiritual que es el resultado de la obra de la palabra de Dios en el alma y el cuerpo que es la tierra, y esto también refiere al secreto de la encarnación.
La parábola del sembrador es una de las más importantes parábolas del Señor Jesucristo y la primera, pues fue mencionada en los evangelios según San Mateo, San Marcos y San Lucas, y fue puesto particularmente en el primer lugar de cada evangelio. "Y les dijo: ¿No sabéis esta parábola? ¿Cómo, pues, entenderéis todas las parábolas?" (Mr. 4. 13). El evangelio de la oración de la víspera aclara la importancia de la parábola para entender los restos de las parábolas donde explica el Señor Jesucristo los arreglos de la salvación. Y por la importancia de la parábola, el Señor Jesucristo le interpretó por sí mismo.
La iglesia presenta esta parábola en sus lecturas al comienzo de la palabra sobre el secreto de la encarnación, lo que refiere a su importancia en explicar este secreto. La iglesia exhibirá esta parábola de todos los evangelios durante las primeras dos semanas del mes de Hatour y precedentes al comienzo del Adviento.
La siembra es la palabra de Dios que sembra en nuestro cuerpo terrestre, en la lectura de la Epístola de San Pablo dice "Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros" (2Co. 4.7). La tierra con su naturaleza no tiene vida en sí, menos que los espinos asesinos a la buena siembra además de las piedras impedimentas al desarrollo. "Preparad el camino del Señor, Enderezad sus sendas". (Mt.3. 3). Preparad el camino a Dios en la tierra para recibir la palabra portadora de la vida eterna, este llamamiento es un aviso al alma para preparar un lugar de descanso de Dios en él.
La lectura de la Epístola católica precede a la parábola del sembrador, pues confirma que la recolección entre el mal y el bien es imposible. "¿Acaso alguna fuente echa por una misma abertura agua dulce y amarga? Hermanos míos, ¿puede acaso la higuera producir aceitunas, o la vid higos? Así también ninguna fuente puede dar agua salada y dulce". (Stg. 3.11-12).
"El sembrador salió a sembrar su semilla...". (Lc. 8.5). La siembra es la palabra del reino según San Mateo y la palabra según San Marcos, y la palabra de Dios según San Lucas. San Lucas describe la siembra que es su siembra pues pertenece a Dios personalmente, es decir su palabra. El sembrador salió a sembrar su semilla a todos sin excepción pero la respuesta es distinta según la disposición de la tierra. Algunos que creen que Dios ha determinado por adelantado el fin del hombre, dicen que la naturaleza determina el fin del hombre. Dios creó un vaso para honra y otro vaso para deshonra, una tierra pedregosa, una tierra con espinos, una buena tierra, pues la salvación está vinculada con una naturaleza en que no tenemos ninguna posibilidad de seleccionar. Esta lógica es errónea y no se acuerda con la parábola. Dios dió todos la misma oportunidad pues sembró su semilla en toda alma. El alma es libre, tiene la libertad de rehusar o aceptar, también tiene la posibilidad de trabajar. Pues quien trabaja en su tierra y la labra, la irriga y la purifica de los espinos y de las piedras, cosecha el fruto de su trabajo. ¡Pero ellos rehusan de trabajar!
El sembrador salió a sembrar, pues ¿has preparado tu tierra para recibir su semilla en tí? ¿Qué es la disposición de tu tierra para aceptar su palabra? ¿Y qué tipo de tierras en que caye tu alma? Tenemos que examinar nosotros mismos.
El primer tipo, es el camino martilleado, pues es abierto a cada opinión y pisoteado con todo nuevo pensamiento. Con el grado de su abertura superficial con el mismo grado de la cerradura de sus poros, entonces no acepta las semillas, que es la palabra de la verdad del Señor Jesucristo. Pues queda sobre la superficie hasta que viene los pensamientos del mundo como cuervos que recogen sin dejar ningun influencia en sí mismo.
La solución del problema de los que cayeron junto al camino es la labranza con las tentaciones primero, pues el arrepentimiento y coger los asuntos de Dios seriamente.
El segundo tipo es el contrario al primero. El hombre con el pensamiento petrificado cerrado que se alegra con la religiosidad sentimentalmente para ponerlo en un molde cerrado, y dispensarlo de la libertad en que halla el trastorno y la aventura, y está en dispensa de ella. Este hombre se inclina al fanatismo y el puritanismo para satisfacer su sentimiento con la religiosidad, mientras es árido de la espiritualidad, porque no tiene raíz como lo describa el Señor Jesucristo. El sol de las tentaciones le quema y le seca toda su verdura sobre la superficie. La cerradura de su pensamiento le pone en muchos problemas de fe pues se choca con la realidad que requiere la extensión del alma. Este hombre tema la libertad y se desgarra rapidamente al enfrentarse con las posiciones.
La solución de su problema es en la oración, la alabanza y evitar el diálogo. El intento de desmenuzar su petrificación puede dañarlo. El amor de Dios le ayuda para soportar las tentaciones "...pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar". (1Co. 10. 13).
El tercer tipo es el tipo más popularizado y es el hombre natural que vive su tiempo sin intereso serio con su vida espiritual. Pues se acumulan sobre él los afanes del mundo, resultados de las codicias. Y acepta lo que le echa el diablo en su terreno de espinos y pensamientos sin examinarlos ni resistirlos. En el mismo tiempo, acepta la palabra de Dios y sucede una lucha espiritual interna. Sin no deduce esta lucha, su estado va a tardar gradualmente. La tierra empieza a perder sus porosidades y su disposición a aceptar la palabra de Dios hasta que alcanza el estado del primer tipo, es decir el camino. Este tipo si encuentra el cuidado necesario con la labranza y la purificación de los espinos dañosos se convierte a una buena tierra. Pero con su estado actual, y según San Lucas "y no llevan frutos".
La buena tierra da un fruto espiritual, "Mas la que cayó en buena tierra, éstos son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y dan fruto con perseverancia" (Lc. 8. 15). La buena tierra no es así de sí misma, sino con la retención de la palabra y la persistencia en la lucha hasta tener el fruto. Con el grado de trabajar así con el mismo grado de tener el fruto. Ahí hay grados de fruto con el grado de abertura para aceptar la palabra y el trabajo con ella "y dan fruto a treinta, a sesenta, y a ciento por uno" (Mr. 4. 20). Dios acepta hasta el treinta por ciento.



