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Cuarto Domingo del Mes de Hatour (mes copto):

La donación de las preciosas y grandísimas promesas y la herencia de la vida eterna

Los primeros y segundos domingos del mes de Hatour hablan de la tierra y de sus tipos. El tercer domingo habla de la obra espiritual necesaria preparando la tierra para recibir la palabra de Dios, y la preparación del alma para recibir el Cristo en el misterio de la encarnación. Las lecturas del cuarto domingo habla de la palabra de Dios y la herencia de la vida eterna.

Marchamos en el camino hacia Belén. El habla de los frutos para conocer nuestro Señor Jesucristo por la llamada a la donación de las mayores y valiosas promesas que expone San Pedro en las lecturas de la Epístola de los Apóstoles: "Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia. Por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina..." (2P. 1. 3-4). Las preciosas y grandísimas promesas se realizaron en el misterio de la encarnación para ser participantes de la naturaleza divina, donde cogió el Señor Jesucristo nuestra naturaleza humana y se convertió al Hijo del Hombre para que el hombre sea hijo de Dios. El Señor Jesucristo nos alcanzó con sus donaciones, pues ¿Cual es nuestro papel para alcanzar estas donaciones?. El Salmo de la oración de la mañana hace la pregunta "...Hazme saber el camino por donde ande, Porque a ti he elevado mi alma." (Sal. 143. 8). El evangelio de la misa reitera la misma pregunta "Al salir él para seguir su camino, vino uno corriendo, e hincando la rodilla delante de él, le preguntó: Maestro bueno, ¿Qué haré para heredar la vida eterna." (Mr. 10. 17).

La respuesta de la pregunta "Los mandamientos sabes: No adulteres. No mates. No hurtes. No digas falso testimonio. No defraudes. Honra a tu padre y a tu madre. El entonces, respondiendo, le dijo: Maestro, todo esto lo he guardado desde mi juventud." (Mr. 10. 19-20). El mandamiento es la siembra en la párabola del sembrador. San Pedro aclara "Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo." (2P. 1. 8).

Notamos que el Señor Jesucristo en su respuesta manifestó los últimos mandamientos de los diez mandamientos (los mandamientos de la segunda tabla del testimonio) relativos a las relaciones humanas y no señaló a los mandamientos relacionados con el amor de Dios, que son los mandamientos más importantes. Muchos cumplen los mandamientos, no con el motivo del amor de Dios, sino con el objetivo de la herencia del reino como la herencia de la tierra, con el mismo estilo y concepto que recogen sus dineros en el mundo sin pensar en el amor de Dios. Mientras que el último objetivo del mandamiento es las preciosas y grandísimas promesas es decir la comunión "...para que también vosotros tengáis comunión, con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo." (1Jn. 3).

El Cristo nos aparece su mismo a través del mandamiento para tener comunión con él, "Entonces Jesús, mirándole, le amó, y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; Y ven, sígueme, tomando tu cruz. Pero él, afligido por esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones." (Mr. 10. 21-22). El Cristo afectó a sus dolores y al origen de su debilidad, no con el objetivo de hacerle incapaz sino para advertirle al primer mandamiento que no guardó. Porque este hombre adora al ídolo del dinero quebrando al segundo mandamiento. La implementación del mandamiento sin alcanzar el objetivo, revela un fallo. El Cristo aclaró que de las razones de este fallo, es el amor al dinero, o cualquier otro amor que domina sobre el hombre que le impide de la comunión y del amor del Cristo. Y confirmando a las lecturas de los tres domingos precedentes, el amor del dinero representa a los espinos que ahogan la siembra y no da fruto con la piedad.

Aún los discípulos cuando oyeron la palabra del Cristo se asombraron, "Ellos se asombraban aun más, diciendo entre sí: ¿Quién, pues, podrá ser salvo?" (Mr. 10. 26). Pero cuando intentó San Pedro aplicar el habla sobre sí mismo "Entonces Pedro comenzó a decirle: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido." (Mr. 10. 28). Pues descubrió que él y los discípulos dejaron todo y siguieron al Señor Jesucristo, no por obligación, no por presión, no por codicia en la herencia de la vida eterna, pero fueron cautivos con el amor del Señor Jesucristo. Por eso, El Cristo respondió a su asombro, diciendo: "Entonces Jesús, mirándolos, dijo: Para los hombres es imposible, mas para Dios, no; porque todas las cosas son posibles para Dios." (Mr. 10. 27).

La lectura de la Epístola de San Pablo expresa la realidad de los discípulos y su única figura, pues dice: "Porque según pienso, Dios nos ha exhibido a nosotros los apóstoles como postreros, como a sentenciados a muerte; pues hemos llegado a ser espectáculo al mundo, a los ángeles y a los hombres." (1Co. 4. 9). Con su sumisión completa al amor del Cristo hasta que se convirtieron a los postreros de todos, rehusando a sí mismos, y se convirtieron a ser un espectáculo no a los hombres solamente, sino a los ángeles también. Por eso el Señor Cristo dice: "Pero muchos primeros serán postreros, y los postreros, primeros." (Mr. 10. 31).

Notamos el enlace del maravilloso pensamiento y la sucesión en las lecturas de los domingos del mes de Hatour para preparándonos al encuentro con el niño Jesucristo en el pesebre del corazón. Preparando la tierra para recibir el agradable mes de Qiyahq y el seguimiento de la marcha de la salvación con la Santa Virgen María.